Admiro profundamente a los que corren por gusto y con gusto. Los llamados runners, que en los años 80 hacían jogging y en los 90 footing.
He de admitir que, envuelta en mi ignorancia sobre carreras
de fondo, siempre he pensado que las tres cosas son lo mismo. Pero va a ser que
no. El running es otra cosa, High Level darlings, es algo muy serio, un deporte
donde el calentamiento y los estiramientos son algo fundamental, al igual que
la alimentación y la hidratación. También se ha de ser realista teniendo en
cuenta lo que se puede y no se puede hacer, porque no es la cantidad de kilómetros
sino la calidad y todo depende del estado físico y bla, bla, bla.
Por eso yo soy más de Jogging, una actividad tan ochentera
como las hombreras gigantes y los cardados diabólicos imposibles. En los años
80 las chicas corríamos maquilladas como puertas, mientras unos aros inmensos
nos descolgaban los lóbulos de las orejas y nos metían hostias en los mofletes
a cada trote, a la par que dejábamos que la laca, o cemento armado, llámalo X,
de nuestros cardados se evaporase poco a poco con el viento, para veinte años
después joder la capa de ozono. Nosotros inventamos el primer running. Un
running caótico y algo diferente al sofisticado de hoy en día. A medida que
corríamos a nuestra bola, como patos mareados, nos íbamos “calentando” para luego,
cuando creyéramos conveniente, o lo que es lo mismo, cuando ya no nos entraba
ni un miserable hilillo de aire en nuestros pulmones de fumadores empedernidos,
parábamos y nos “estirábamos” pagando unas cañas de cerveza o algún refresco,
dependiendo de la hora que fuese. Los de aquella generación éramos capaces de
ponernos a correr después de comernos una tortilla de papas o un bocadillo de
chorizo de Cantimpalos, que luego se transformaban en unos flatos estupendos.
Ninguno llevábamos botellitas super monas de agua, por eso también lidiábamos
con unas lipotimias cojonudas.
Nos importaba un pimiento las distancias, los tiempos y el
ritmo cardiaco. Nuestra forma física era… una auténtica mierda. Pero nos lo
pasábamos de puta madre.
Y toda esta perorata viene porque ayer andaba yo por el
paseo marítimo, alelada perdida y sin gafas, porque soy una miope tardía y,
después de seis años, no me acostumbro a llevarlas a menudo, - total, para lo
que hay que ver -.
El caso es que hacía un calor de un par de cojones, la
acostumbrada brisa marina debía andar por Australia. En un momento dado,
aparece en la lontananza un punto amarillo chillón fluorescente, era una
camiseta sobre un muchacho que iba saludando a todo el mundo como si fuera el
Papa. Lo primero que se me pasa por la cabeza es que esa persona no se pierde
ni de coña, ¡joder, cómo brilla! Es entonces cuando ese Wally descarado y fácil
de encontrar grita a lo lejos:
- ¡Prima, priiiimaaaa!
Mira por donde, es mi primo Manolo. El mismo del WhatsApp Familiar, el del chándal, el mismito que jodió la boda de su hermana Lola.
Manolo siempre ha corrido como Forrest Gump, mirando al
cielo, con cara de acojonado y con los brazos pegados al cuerpo en ángulo recto
y las manos tiesas. Cuando llega a mi altura se para en seco, sudando más que
Zidane jugando al fútbol, - qué guapo es Zidane, coño -. Me lo quedo mirando de
arriba abajo, lleva unas mallas negras muy estrechas y demasiado abultadas en
la parte del aparato reproductor masculino, lo digo como una profesora de
ciencias de primaria porque es mi primo, si no lo fuera diría “ese hombre de
paquete sospechoso”.
- ¿Y esas mallas? – le pregunto aguantando la risa.
- ¿Te gustan?, son de mi hermana, de cuando estaba embarazada.
- Ahhh, ya veo.
- Así me puedo guardar las cosas aquí – me responde
señalándose la barriga de marsupial.
- Claro, claro. Tú siempre has sido de ideas
revolucionarias.
- Yo hago running a conciencia, prima.
- Genial – le digo fijándome en unas bandas negras que lleva
en los tobillos, que parece que se ha fugado de la cárcel de Alhaurín - ¿Y esas
tiras que llevas en los tobillos?
- Son pesas. ¡Un kilo cada una!
- Mira qué bien.
- Menos mal que te he visto. Tenía unas ganas de parar – mi primo
se mete la mano en la entrepierna y saca un paquete de tabaco Ducados y un
mechero, coge un cigarro y se lo enciende. Fundamental para un runner, fumar tabaco negro en mitad de una carrera. Al
subir el brazo para encenderlo le da un espasmo.
- ¿Estás bien, primo?
- Ah, sí, no es nada – me señala el móvil de tamaño
industrial que lleva pegado al brazo – Cuando sudo mucho me da pequeñas
descargas. Pero es que tengo que vigilar mis constantes, ¿sabes?
- Ahhh… - Este primo mío no es más tonto porque no amanece
más temprano.
- Me encanta correr, prima. Me siento libre y me despeja la
mente.
Curioso. No hace mucho decía lo mismo de la marihuana que se
fumaba como si no hubiese un mañana.
- Esa cinta es mía – le digo muy seria, porque siempre me ha
dado mucho coraje que me cojan las cosas sin pedirme permiso. Y esa cinta de
toalla, fucsia, a lo Jane Fonda, me “desapareció” allá por 1.987. Nunca es
tarde para resolver un misterio.
- No, esta cinta es de mi hermana Lola – hija puta, fue ella,
¡lo sabía! – es que me he depilado las cejas – ya veo, parece el hijo secreto
del Capitán Spock – y el sudor ya no me chorrea por los lados. Ahora me cae en
cascada sobre los ojos y me pican mucho.
- ¡Qué guay la vida del runner!
- ¿A que sí? – el pobre no sabe lo que es el sarcasmo –
Bueno prima – me dice mientras le da la última calada al cigarro, que le ha
debido llegar hasta la próstata, qué ansia – te dejo, que me quedan siete
kilómetros y trescientos sesenta y siete metros, y se me bajan las pulsaciones.
- Muy bien, primo.
- ¿Te quieres venir?
- No gracias. Yo, si eso, voy a hacer un poco de jogging
hasta el bar de Almudena y me voy a comer una tapa de tortilla y una cervecita
a tu salud. Yo soy una rumiante de costumbres, ya sabes.
- Si, si… - se queda un rato en la parra, pensando en a
saber qué, hasta que le vuelve a dar una descarga el puñetero móvil - ¡Coño,
esta ha sido más fuerte!, ¡Adiós, prima!
- Adiós, bonito.
Y allí que se va mi primo Manolo, el gigante Forrest, sin
enterarse de nada como siempre, y tan equipado para runnear que RoboCop
a su lado parece un click de Famobil.
…
Acabo de ver claramente la diferencia entre Jogging y
Running. Ya huelo la tortilla de patatas. ¡Con cebolla, por favor!
¡Qué bello es vivir!
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